lunes, 6 de febrero de 2012

El misterioso influjo de la barquillera

Era un hombre que se llamaba Prudencio Pérez, de apodo Sito. Le encantaba escribir cuentos. Era contable, pero lo dejo y se compró una barquillera. Con ella iba al parque y contaba cuentos a los niños que le compraban barquillos

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